jueves, 28 de julio de 2011

La psicología del testimonio en el abuso sexual de menores

Introducción

La Psicología del Testimonio en el caso de los menores abusados o sobre los cuales existe la sospecha de que se ha cometido un abuso, resulta una evidencia práctica del vínculo íntimo que dos disciplinas diferentes como el Derecho y la Psicología precisan establecer para el mejor funcionamiento de la justicia.

El testimonio es un acto fundamental en el derecho procesal y se deberían señalar los aportes de la Psicología del Testimonio. En términos generales consiste en el conjunto de conocimientos basados en resultados de investigación de los campos de la Psicología Experimental y Social, que intentan determinar la calidad -tanto en la exactitud como en la credibilidad- de los testimonios que sobre los delitos, accidentes o sucesos cotidianos prestan las víctimas o testigos presenciales.

En el caso de los menores existen –en buena parte por la característica de la estructuración psíquica de los mismos- algunos elementos que deben ser considerados especialmente a la hora de la declaración testimonial. Tanto en lo que refiere a la exactitud y certeza de los datos como al impacto que sobre el menor el proceso mismo del testimonio pueda implicar.

El trabajo tiene como objetivo revisar aspectos teóricos vinculados a la psicología del testimonio que han surgido de la investigación y de la experiencia práctica en la actividad forense a partir de la visión de diferentes autores.

Marco teórico y desarrollo

La psicología del testimonio es la línea de investigación que pretende analizar, demostrar y establecer la fiabilidad y validez del testimonio de un menor supuestamente abusado sexualmente. Es el elemento básico en la elaboración del informe pericial y donde ha de fundamentarse su desarrollo y conclusiones (Alonso Quecuty, 1991 citada en Castelao & Mizrahi, 2002).

Sobre la Psicología del Testimonio existen múltiples desarrollos tanto teóricos como sostenidos en la experiencia concreta de peritos forenses psicólogos y psiquiatras. Se avanzará con el fin de la descripción de herramientas y criterios aceptados y discutidos en la práctica profesional.

Un primer aspecto a considerar es el de la sugestionabilidad de los menores, tanto en el marco de la declaración testimonial al momento de la entrevista u otras diligencias concernientes a la situación específica, como respecto de los sucesos de los que fuera participe en forma real o sugerida.

Sostienen Ceci y Bruck (1994) que la principal preocupación es cuando un jurado, un investigador de la infancia o un terapeuta de niños pueden diferenciar entre reportes precisos y reportes que han sido producto de la sugestión del entrevistador. La evidencia indica que aun los entrevistadores más avezados, experimentados y altamente entrenados no pueden establecer las diferencias entre estas dos clases de niños.

Estos autores también refieren a la sugestionabilidad en los niños. Y sostienen 3 conceptos como derivados de sus investigaciones:

1. En las sugestionabilidad de los niños en edad preescolar aparecen aspectos menos fiables que en los niños de mayor edad para considerar la validez de los informes periciales.

2. La precisión de los informes es maximizada cuando los entrevistadores no están sujetos a una simple hipótesis y no utilizan técnicas sugestivas como las preguntas inductivas, hipnosis, imaginación guiada visualmente o inducción fantasiosa.

3. Los estudios han demostrado que algunos niños ceden a la sugestión rápidamente, incorporando contenidos que no son propios y otros resisten muchísimo cualquier tipo de influencia externa.

Diges y Alonso Quecuty (citados en Querejeta, 1999), afirman que la resistencia a la sugestión es mayor cuanto más recuerda el niño, cuando más generales y menos sugerentes sean las preguntas y cuanto más interesantes le resulten las acciones y los objetos por los que se le pregunta.

Korkman, Santtila y Sandnabba (2006), dicen que técnicas sugestivas de entrevistas pueden ser responsables de la producción de falsa memoria respecto de eventos completos. Agregan que es crucial para la entrevista resaltar el entendimiento de los niños respecto del mismo proceso de la entrevista y que maximice de esa manera la cantidad de información correcta proporcionada por el niño.

Howe, Cicchetti, Toth y Cerrito (2004) afirman en un estudio que la susceptibilidad a la sugestión y a la información engañosa no parece ser diferente en los niños que han sido maltratados con aquellos que no lo han sido. Como otros resultados del trabajo han mencionado que tanto la falsa memoria como la verdadera, se incrementan con la edad del menor, independientemente que haya sido o no maltratado. También afirman que todos los niños, maltratados o no maltratados, exhiben falsa memoria.

Un aspecto central en la Psicología del Testimonio es el proceso mismo de la entrevista con el niño. Sobre esto existe generosa literatura que da cuenta de muchísimas recomendaciones y advertencias para todos aquellos que deben participar, como entrevistadores, en situaciones donde el testimonio será ofrecido por un menor que supuestamente ha sido víctima de abuso sexual.

Korkman et. al., (2006) advierten que el entrevistador debe armar la entrevista con preguntas abiertas y aun cuando es de interés un detalle en particular, debe procurar tantas respuestas como fuera posible. Debe ser neutral y nunca hacer interpretaciones propias frente al niño. La forma de acercamiento del entrevistador es fundamental para favorecer u obstaculizar la alusión de los niños respecto de sus experiencias. Estos autores también refieren a que los niños no deben ser interrumpidos cuando están dando información espontanea respecto de un hecho vinculado a los episodios que se investigan.

Señalan Saywitz, Snyder & Nathanson (1999) que cuando las preguntas durante la entrevista son expresadas en un lenguaje que no es totalmente comprensible para el nivel del niño, y este falla en el reconocimiento, la mala comunicación llega a ser un impedimento para elaborar informes forenses fiables. Observaron que algunos niños en ocasión de no comprender el sentido de una pregunta, podrían responderla igual según le pareciera y luego tomarse esta respuesta como fiable. Estos autores hallaron que el rendimiento en la entrevista con niños puede ser mejorado mediante instrucciones y una preparación que facilite las competencias de comunicación. Antes de ser entrevistados, los niños que habían sido instruidos oportunamente para poder verbalizar su falta de comprensión cometieron menos errores –comparados con los del grupo control- y fueron capaces de indicar en qué momento no estaban comprendiendo las consignas o preguntas a las que eran expuestos. Otra cosa que hicieron fue no responder de cualquier manera aquello que no comprendían, como es habitual en los niños que no han sido preparados para enfrentar los momentos de la entrevista en el cuál no comprenden el sentido por el que se está atravesando puntualmente.

Alonso Quecuty (1999) dice que la tarea del psicólogo comienza con la preparación de la entrevista. Para ello, se debe estudiar cuidadosamente todas y cada una de las páginas del sumario del caso. Esta es una de las diferencias más importantes existentes entre la entrevista en una pericia de credibilidad y las clásicas entrevistas utilizadas en casos de niños víctimas de este tipo de delitos, en las que el psicólogo garantiza su objetividad enfrentándose a la entrevista sin haber recibido ningún tipo de información sobre el caso. En los peritajes de credibilidad, esta objetividad conlleva un considerable riesgo de pérdida de información. La entrevista forense maximiza la importancia de disponer de toda la información útil que es posible obtener del niño evitando posibles sesgos en las preguntas. Sólo una vez analizadas todas las declaraciones formuladas por el niño y los restantes testigos, incluyendo la del presunto agresor, se está en condiciones de entrevistar al menor.

Para iniciar la entrevista con el menor Alonso Quecuty (1999) señala que en primer lugar está la creación de un clima de simpatía y confianza, el objetivo es que el niño se sienta tan cómodo y relajado como sea posible. Durante esta primera fase hay que tomar una serie de precauciones que van desde explicar al niño el motivo de la entrevista y quienes somos, hasta dejar claro que no se va a decidir sobre su credibilidad o su culpabilidad en el episodio que ha sido objeto de denuncia. Uno de los aspectos más importantes es proporcionar al niño las diversas opciones de que dispone para responder a nuestras preguntas durante la entrevista. Entre ellas se encuentran advertencias y aclaraciones como: que existen muchas formas de responder a las preguntas, que lo mejor es decir siempre la verdad, si la sabe, o decirnos que no conoce la respuesta si no la sabe; comentarle de que si se le pregunta sobre algo que sí pasó o algo de lo que conoce la respuesta pero no quiere hablar de ello en ese momento, no debe decirnos que no sucedió o que no lo recuerda; aclarar que, en esos casos, le basta con decirnos que no tiene ganas de hablar de eso ahora, o que le asusta hablar de eso, o simplemente que no le gusta esa pregunta. Sólo tras haber obtenido un clima de confianza y haber aclarado todas y cada una de las múltiples opciones de que dispone para responder a las preguntas, se estará condiciones de comenzar a hablar con el menor sobre el episodio crítico.

Agrega además Alonso Quecuty que se necesita obtener un relato completo del episodio de principio a fin sin interrupciones- y evitando las preguntas por parte del entrevistador. Entiende que es un requisito muy importante para que el análisis de la posterior de la declaración se considere válido y confiable. Considera que a los niños más pequeños es necesario aclararles que ellos no saben nada de lo que ha pasado, porque tal vez ellos suponen que sí saben ya que se lo han contado antes a otras personas. Luego de este relato del menor se suceden varias preguntas a las que se le debe prestar atención y sobre las que conviene tener estos recaudos: repetir las afirmaciones del niño como introducción a las preguntas; no interrumpir en las respuestas y evitar preguntas cerradas.

Ajuriaguerra y Marcelli (citados en Querejeta, 1999) hacen un diagrama de cómo deben ser instrumentadas las diferentes herramientas durante la entrevista según la edad de los niños:

Mayor 3 AÑOS 3-7 AÑOS 7-11 AÑOS 11-13 AÑOS mayor 13 AÑOS

JUEGOS +++ ++ + - -

DIAL. IMAG ++ +++ + - -

DIBUJOS + ++ +++ - -

DIAL ADUL - - + ++ +++

Uno de los recursos que suelen ser de opinión controvertida respecto de su uso durante la entrevista con el menor, es el del muñeco anatómico utilizable en la hora de juego a efectos testimoniales. Sobre este particular existen muchas posiciones diferentes. Se mencionará –como elemento complementario al enfoque propio de la dinámica de la entrevista- algunas posturas que sobre el particular se han relevado.

Según Ceci y Bruck (1994) el uso de muñecas anatómicas en niños en edad preescolar puede ser altamente sugestivo en su testimonio. En un estudio hallaron que la mitad de los niños de 3 años pueden ser conducidos a indicar falsamente la penetración genital o anal utilizando este medio. Entienden que se deben hallar mejores caminos para superar sus limitaciones lingüísticas y la exposición vergonzosa que el uso de la muñeca. Señalan Jiménez Cortez y Martín Alonso (2006) que los muñecos anatómicamente exactos son muñecos que representan figuras humanas de diversas edades y que disponen tanto de vello como de los orificios naturales de las personas. Su uso está indicado siempre después de la entrevista y exige un entrenamiento específico en esta técnica, ya que una inadecuada utilización de la misma puede dar lugar a diagnósticos erróneos, dando falsos positivos. No obstante, los dibujos de personas desnudas que se pueden mostrar al menor pueden servir tanto para ilustrar el testimonio del menor como para valorar los conocimientos anatómicos del niño e implican un menor riesgo de error. Por otra parte, el dibujo libre del menor suele reducir el nivel de ansiedad, facilitando la comunicación, por lo que favorece la obtención de información. El juego también actúa como reductor de la ansiedad y como facilitador de la comunicación (Jiménez Cortez & Martín Alonso, 2006).

Para Berlinerblau (2005) el uso de los muñecos “anatómicamente correctos” es ciertamente un tema controvertido y es necesario saber que no es necesario usarlas en estos casos ni son un Test para detectar abuso sexual (por ello no se usan en el área de Psiquiatría Infantil del Cuerpo Médico Forense en Argentina). Podrían ser útiles para facilitar la obtención de información y descubrir terminología de partes anatómicas y permitir al niño que no puede hablar o dibujar qué pasó, mostrarnos que pasó. Es importante evitar utilizar los muñecos como modo de entrenar, dirigir o instruir al niño y también los muñecos no deben ser usados como un atajo para una evaluación más comprensiva del niño y de la familia del niño.

Según Korkman et. al. (2006) a pesar de que las recomendaciones respecto de cómo deben realizarse las entrevistas a menores son conocidas por quienes actúan en el ámbito forense, la investigación probó que luego en la práctica muchas veces no se aplican de la manera aconsejada. Por ejemplo los entrevistadores no siempre hacen preguntas abiertas. Además y a pesar de la recomendación de incorporar determinados elementos específicos en encuentros más tardíos, la experiencia muestra que se mencionan incluso, en la primera reunión. La investigación que realizaron estos autores ha demostrado que los niños en realidad son capaces de dar información detallada y precisa de las experiencias de abuso cuando se les da la oportunidad de expresarse en sus propias palabras.

En los testimonios existe la coincidencia entre los autores que hay dos elementos clave: la exactitud y la credibilidad. El discernimiento desde un criterio adecuado respecto de estas dos variables es el brazo de palanca que impulsa la elaboración de un informe profesionalmente bien sustentado.

Mira & Diges (1991) sostienen que cuando se hace referencia respecto de la calidad de los testimonios de los testigos, es necesario destacar dos aspectos íntimamente relacionados:

1. La exactitud de testigos y testimonios

2. La credibilidad de testigos y testimonios.

Según Querejeta (1999) la consideración respecto de la exactitud o capacidad de testimonio de los niños ha resultado condicionada por dos prejuicios:

• El niño es un testigo impreciso, sobre todo porque debido a su edad tienen una

memoria limitada

• El niño es un testigo sugestionable y manipulable con facilidad

Y aclara el autor que la exactitud del testimonio de un niño es función de dos variables, principalmente:

a) La edad: de manera que los principales resultados de las diferentes experiencias señalan que:

– No se aprecian diferencias entre niños de 10-11 años y adultos.

– Los niños mayores ofrecen mejores resultados que los pequeños, pero esta diferencia se plasma en cuestiones cuantitativas (cantidad) y no cualitativas (calidad).

b) La técnica de interrogatorio: los resultados son significativamente mejores cuando se utiliza el recuerdo libre, frente a la entrevista estructurada; es decir, cuando se deja al niño que cuente libremente lo que observó, en lugar de hacerle preguntas específicas.

La sugestionabilidad también aparece ligada a la edad, de manera que los niños de tres años lo son significativamente más que los mayores o que los adultos. Algunas hipótesis

señalan que la sugestionabilidad aparece frente al adulto, pero desaparece cuando quien plantea las preguntas sesgadas es un niño. Se ha denominado “factor de prestigio”.

Alonso Quecuty (1999) hace un exhaustivo análisis de las cuestiones abordadas por los psicólogos respecto de la psicología del testimonio en el caso de menores abusados o violados o al menos sospechados de hechos de esta naturaleza. Afirma que hay psicólogos que listan entre los síntomas de abuso sexual en menores de edad pre-escolar los siguientes: trastornos de sueño, enuresis, pataletas, rabietas, dificultad de concentración, rechazan bañarse, o conducta sexualizada. De ser así, en la práctica la totalidad de los niños menores de cinco años sería considerada como víctima de una agresión sexual. Ve como otro obstáculo las evaluaciones de "fiabilidad del menor" que se focalizan en la personalidad del menor: su simpatía, su extroversión o su sinceridad. El problema del análisis subjetivo del menor llega a su extremo más peligroso cuando la evaluación de la credibilidad del menor se realiza desde su "honestidad probada". Y pone como ejemplo el lobo y las ovejas. Y aún que siempre había mentido, en ese caso se las estaba comiendo. Finalmente advierte, está el problema del momento en el que se detectan los síntomas. Aún con un listado de síntomas válido y fiable, con excesiva frecuencia los síntomas se detectan durante el proceso que sigue a la denuncia de un presunto abuso. La pregunta aquí es: ¿Qué ha causado la alteración en el menor? ¿Un episodio de abuso sexual o el estrés derivado del procedimiento judicial en el que se ha vista involucrado tras denunciarlo? Ningún psicólogo podría honestamente responder a esta pregunta con un cien por cien de certeza. Más aún, ese psicólogo al que se le pide que evalúe la credibilidad del menor si no es el último en entrar en el procedimiento, al menos no es el primero en hacerlo. No es infrecuente que el psicólogo evalúe la presencia de estos síntomas de abuso varios años después de sucedida la agresión.

Para poder avanzar sobre la credibilidad de los testimonios, y en especial poder discernir respecto de los recuerdos efectivamente vivenciados y los generados internamente, muchos profesionales utilizan los criterios establecidos en la teoría del “control de la realidad”.

En el clásico estudio realizado por Johnson y Raye (1981) las autoras establecen que los recuerdos generados internamente (imaginados) diferían de los realmente percibidos y experienciados en una serie de dimensiones objetivables y se evidencian en cuatro aspectos:

a) La memoria externa posee más atributos de codificación espacial y temporal que la generada internamente.

b) La memoria de estímulos externos contiene más atributos sensoriales

c) Los contenidos de memoria de información perceptiva externa contiene más información semántica, mientras que los contenidos internos contienen más información esquemática

d) Es más probable que los contenidos internos contengan más información implícita (no consciente) que los contenidos de memoria externa.

En las conclusiones de su trabajo las autoras refieren que han concentrado su investigación en determinar las diferencias entre el proceso de la memoria referido a lo percibido exteriormente y a lo auto generado, tal como surge en el capítulo de discusión del mismo.

Además de este estudio que aportó una metodología para establecer una aproximación sobre los recuerdos autogenerados y los efectivamente experimentados, existen otros criterios seguidos por muchos profesionales para hacer una evaluación posterior a la entrevista y que en parte persiguen el mismo objetivo.

La expectativa al utilizar estos procedimientos -que en general requieren de un dominio específico el cual se debe desplegar antes, durante y después del hecho del encuentro en sí mismo- es avanzar sobre una técnica que garantice el objetivo fundamental de garantizar la justicia en el eventual litigio que se hubiera planteado.

Según Godoy-Cervera e Higueras (2005), El Statement Validity Assessment (SVA) (Evaluación de la Validez de la declaración) es la técnica más empleada para evaluar la veracidad de las declaraciones verbales. El SVA se desarrolló en Alemania y se sustentó en la experiencia clínica de diversos psicólogos.

Dicen los autores que alrededor de 1950, Udo Undeutsch realizó la primera descripción del SVA y posteriormente fue modificada hasta su forma actual por Steller y Köhnken (1989). A pesar de que es un instrumento ampliamente utilizado en el ámbito forense como prueba psicológica no se le debe considerar un test o una escala estandarizada, sino un método semi-estandarizado para la evaluación de la credibilidad de las declaraciones. El desarrollo del SVA está fundamentado en lo que Steller (1989) ha denominado la hipótesis de Undeutsch. De acuerdo a esta hipótesis, un testimonio basado en una experiencia real difiere en cuanto a su calidad y contenido de un testimonio basado en un acontecimiento imaginado.

El Criteria-Based Content Análisis (CBCA) (Análisis de Contenido Basado en Criterios) es el componente principal del SVA lo que lo ha llevado a ser el elemento más frecuentemente estudiado por los investigadores. El SVA está formado por tres componentes mutuamente dependientes:

1. Una entrevista estructurada con la víctima,

2. El CBCA que evalúa el contenido de la declaración de la persona

3. La integración del CBCA con la información derivada de un set de preguntas denominado Lista de Validez, el cual combina la información extraída del análisis del contenido de la declaración con otra información relevante del caso y con la información obtenida a partir de la exploración de la entrevista o entrevistas previamente realizadas

La entrevista debe preceder a la aplicación de los criterios del CBCA. El objetivo primordial es obtener material sobre el cual aplicar dichos criterios. Es importante que el entrevistador esté familiarizado con el contenido de los criterios ya que de ello dependerá que la entrevista se desarrolle de forma adecuada. Así mismo, debe intentar obtener la mayor cantidad posible de información empleando una entrevista diseñada de forma que maximice la cantidad de información aportada por el testigo y minimice cualquier tipo de contaminación generada ya sea por el entrevistador o por cualquier otro adulto. El CBCA se aplica al contenido de la declaración y su propósito es determinar si su calidad y sus contenidos específicos son indicativos de una narración generada a partir de registros de memoria o si son producto de la invención, la fantasía o la influencia de otra persona (Godoy-Cervera & Higueras, 2005).

Para estos autores, una de las mayores limitaciones del CBCA es la dificultad que presenta al ser aplicado a situaciones en las que el testigo tiene información a partir de la cual puede inventar una acusación que incorpore algunos de los criterios. Por ejemplo, un niño que ha sido abusado sexualmente con anterioridad puede suministrar un testimonio falso pero que parezca convincente derivado de registros de memoria originados de otras experiencias.

El contenido verbal de la declaración es analizado mediante la aplicación de una serie de 19 criterios, los cuales están organizados dentro de cinco grandes categorías y tienen como finalidad diferenciar entre declaraciones verdaderas y declaraciones fabricadas. El supuesto principal es que un testimonio veraz contiene un mayor número de criterios. Estos son los criterios de CBCA en sus 5 categorías:

Características Generales

1. Estructura lógica.

2. Elaboración desestructurada.

3. Cantidad de detalles.

Contenidos específicos

4. Engranaje contextual.

5. Descripción de interacciones.

6. Reproducción de la conversación.

7. Complicaciones inesperadas durante el incidente.

Peculiaridades del contenido

8. Detalles inusuales.

9. Detalles superfluos.

10. Incomprensión de detalles relatados con precisión.

11. Asociaciones externas relacionadas.

12. Alusiones al estado mental subjetivo.

13. Atribución del estado mental del autor del delito.

Contenidos referentes a la motivación

14. Correcciones espontáneas.

15. Admitir fallos de memoria.

16. Plantear dudas sobre el testimonio.

17. Auto-desaprobación.

18. Perdón del autor de delito.

Elementos específicos de la ofensa

19. Detalles específicos de la ofensa.

Según Godoy-Cervera et al. (2005) el análisis de la entrevista a través de los 19 criterios del CBCA se realiza otorgando puntuaciones numéricas a cada uno de los criterios. Se asigna 2, 1 ó 0 puntos en función de si el criterio se encuentra fuertemente presente, presente o ausente en la declaración. Ni la entrevista ni los resultados obtenidos a partir

de los criterios son completamente válidos hasta que no hayan sido puestos en contexto

por medio de la Lista de Validez, la cual, está compuesta por cuatro categorías generales

de información:

A) Características psicológicas. En esta categoría es importante evaluar la adecuación del lenguaje y el afecto y la susceptibilidad a la sugestión.

B) Características de la entrevista. El evaluador deberá realizar un análisis sobre la calidad de la entrevista valorando el tipo de preguntas formuladas (preguntas sugerentes, directivas o coactivas) y la adecuación global de la misma.

C) Motivación para realizar acusaciones falsas. Esta categoría pretende descartar aquellos aspectos de índole motivacional que pudieran estar influyendo para que la persona proporcione una declaración falsa. No hay que olvidar también que el menor podría estar presionado por una tercera persona para falsear su testimonio. Un aspecto importante de esta categoría es hacer una valoración del contexto en el que se genera el informe.

D) Aspectos relacionados con la investigación. Este apartado está diseñado con el fin de valorar la consistencia entre las declaraciones e investigaciones previas y partes médicos.

Raskin y Esplin (1991, citados en Godoy Cervera et. al., 2005) plantean que son cinco las hipótesis que deben ser comprobadas por el evaluador:

a) La declaración es válida, pero el menor ha remplazado la identidad del agresor por la de una persona distinta.

b) La declaración es válida, pero el menor ha sido influenciado o ha inventado información adicional que no es verdadera.

c) El menor ha sido presionado por una tercera persona para que formule una versión falsa de los hechos.

d) Por intereses personales o para ayudar a terceras personas el menor ha presentado una declaración falsa.

e) A consecuencia de problemas psicológicos, el menor ha fantaseado o inventado su declaración.

Es importante resaltar que el propósito del SVA es realizar una evaluación de la credibilidad del contenido de la declaración, no realizar una valoración sobre la credibilidad de la persona en sí (Steller y Köhnken, 1989, citados en Godoy-Cervera et. al., 2005).

Una de las grandes limitaciones del CBCA es que hasta ahora no se ha fijado una regla de decisión que ayude a establecer cuántos criterios determinan que una declaración sea clasificada como creíble o no creíble. Menos aún se ha precisado el peso que cada criterio debe recibir.

Alonso-Quecuty (1999, citada en Godoy-Cervera et. al., 2005) plantea que el peso de cada criterio debe ser asignado tomando en cuenta diversos factores, tales como: el número de entrevistas previas por las cuales ha atravesado el niño, la complejidad del incidente, la edad del menor y el paso del tiempo.

Los niños que sufren abusos tienen consecuencias de diferentes tipo y magnitud. El desarrollo afectivo y cognitivo en general se ve alterado por los acontecimientos a los que se exponen y la forma en que los pueden procesar. La literatura al respecto es vasta y no es el objetivo de este trabajo hacer una recopilación minuciosa del estado del arte sobre el particular. Sin embargo, el impacto que estos sucesos pueden tener sobre el desarrollo de los menores también puede estar obstaculizando el proceso testimonial.

El Síndrome de adaptación al abuso sexual y las perturbaciones en el área cognitiva de los menores víctimas de abuso sexual referidas por Perrone y Nannini (1998) –por lo tanto- no pueden ser dejadas de lado. Estos últimos autores desarrollan su teoría utilizando como marco teórico de desarrollo de la inteligencia el modelo psicogenético planteado por Piaget. Consideran todas sus etapas y en cada una –según su modalidad propia de pensamiento y tipo de inteligencia- refieren la manera de procesar la relación con el abusador y la perturbación potencial a la que el niño es expuesto.

Según Perrone y Nannini (1998) la respuesta del niño a la violencia sexual sufrida será diferente y dependerá de la génesis del vínculo causal consciente y del grado de equilibrio logrado en la organización cognitiva. Estos conceptos son esenciales porque se refieren a la gestión de la realidad de todo individuo así como a la adaptación a su entorno. El modo de relacionarse de un niño que ha sufrido abuso sexual con el entorno social será cualitativamente diferente del de un niño que ha tenido vivencias menos traumáticas.

En caso de sufrir abusos sexuales antes de los 8 años, se observarán trastornos en la capacidad de establecer vínculos causales. Estos trastornos van a superar el aspecto particular del abuso sexual y van a extenderse al conjunto de adquisiciones cognitivas, provocando una deriva hacia una organización aleatoria del pensamiento.

Según los autores, el abusador emite mensajes particularmente patológicos y morbosos. Estos mensajes, fuente a la vez de confusión, asombro y perplejidad, son transmitidos a través de un registro comunicacional contradictorio. Se observa un cambio de tono y de contenido emocional permanentemente que bloquea toda posibilidad de anticipación y comprensión. Ya sea autoritario y brutal, dulce y amigable; tierno y a la vez amenazante, el mismo destruye los hitos que jalonan la continuidad de la relación adulto-niño.

Para Perrone y Nannini (1998) el niño permanece impotente ante la masa incongruente de mensajes de los que es objeto, sin poder comprender las señales que normalmente clarifican el contexto. El adulto abusador perturba la jerarquía de vínculos e induce a errores de apreciación, discriminación y juicio. Provoca una "codificación" del niño rompiendo la capacidad de experimentación y abstracción. Numerosas cuestiones se plantean sobre la aceptación del abuso por parte del niño y sobre su dificultad para comunicar su sufrimiento. Es sorprendente que él permanezca tanto tiempo bajo la influencia del abusador, a menudo es criticado y considerado como cómplice por no haber denunciado antes los abusos de los que era víctima. Esta reacción incongruente del entorno del niño deja en él profundas heridas narcisistas y un sentimiento de injusticia a menudo irreparable.

Es posible explicar esta "pasividad" involuntaria a través de la influencia psicológica que el abusador ejerce sobre el niño. Para provocar este estado modificado de conciencia, el abusador interviene de manera pragmática sobre tres áreas:

La identidad, a través de la efracción: se produce cuando el abusador penetra en el mundo del niño, tanto a nivel simbólico como real. La ruptura se desarrolla en su mundo fantasmático, en su espacio de niño (sus juegos, su habitación, su cama, su intimidad...) así como en su cuerpo (tocamientos, caricias, masturbación, penetración), materializándose cuando existe coito. La efracción deja huellas más o menos indelebles, según la edad y la organización del pensamiento: si el vínculo causal no está elaborado, la experiencia psico-afectiva del abuso será congelada en la inmediatez sin emergencia de un juicio sobre lo vivido.

El cuerpo, a través de la captación: implica las vías que llevan directamente al aparato sensitivo y sensorial del sujeto. La apropiación del otro se hace por medio de la inmovilización y de la privación de su libertad. Las tres vías utilizadas son el tocamiento, la palabra y la mirada. El tocamiento comprende todo tipo de gestos "indescifrables" que van desde la caricia tierna hasta los tocamientos con connotaciones sexuales, enmascarados siempre por la coartada de una amable dedicación. En estas condiciones, el niño no puede jamás clasificar las acciones de su abusador.

Finalmente la mirada, como experiencia subjetiva perturbadora cuando transmite el deseo, la repulsión, la violencia, la nada o la muerte. Hay que señalar que todos los testimonios hablan de perturbaciones profundas provocadas por la mirada del abusador.

El psiquismo, a través de la programación, es organizado con el propósito de responder a las exigencias de quien ejerce la violencia sexual. Se trata más bien de una transferencia unidireccional de consignas y no de un aprendizaje interactivo. A través de la programación se transmiten los comportamientos que aparecerán posteriormente como pertenecientes al sujeto. Así podemos citar la erotización del cuerpo, la necesidad de proseguir la relación establecida con el abusador, el secreto, el pacto, la convicción de responsabilidad, el sentimiento de fatalidad, la vergüenza. La programación es la responsable de las retracciones, del silencio, de la aparente complicidad, de la excitación sensorial, de todas las contradicciones y paradojas que se manifiestan a través del comportamiento de la víctima (Perrone y Nannini, 1998).

En el contexto del abuso sexual, encontramos profundas perturbaciones establecidas por el niño; la génesis de las estructuras operatorias está profundamente perturbada. Si la lógica nace de la acción, el inmovilismo en el cual están situados estos niños va a destruir toda posibilidad de emergencia de un pensamiento operatorio. Por defecto, el pensamiento que se desarrolló no se refiere más que a los estados y las configuraciones; es estático y no reversible. No habiendo podido desarrollarse la causalidad en ese modo de pensar, la realidad no llega a ser más que una sucesión de cuadros que se suceden sin vínculos entre ellos. Así emerge el pensamiento llamado figurativo (Perrone y Nannini, 1998).

Si un niño ha sufrido perturbaciones de este tipo antes de los 6 años, su modo de aprender la realidad será deficitario, debido al bloqueo del desarrollo de la causalidad. En ese caso, el sufrimiento moral vivido será menor al no haber elaborado los vínculos lógicos que relacionan los acontecimientos entre sí. El niño concluye que lo que vive es vivido de la misma forma por los otros, que lo que le sucede es normal, pues su pensamiento es egocéntrico, sin descentralización, y por lo tanto, sin comparación posible (Perrone y Nannini, 1998).

A partir de los 7 años, en el caso de un niño que comienza a estructurar su pensamiento según el modo operatorio, el abuso sexual producirá una desviación hacia el pensamiento figurativo y lo vivido será traumático, pero desprovisto de la noción de temporalidad, sin devenir. Lo vivido es fijado en el aquí y el ahora. Así, se dirá que lo que le sucede es un acontecimiento único y no establecerá ningún vínculo con los otros acontecimientos idénticos que se suceden, ni con la pertinencia de los actos de los protagonistas. En los dos casos, los niños no guardarán de su vivencia más que fragmentos dispersos y una confusa culpabilidad (Perrone y Nannini, 1998).

El trauma psico-afectivo es más importante cuando es vivido por adolescentes que ya han organizado su pensamiento según modalidades operatorias, con una organización causal. En ese caso, su percepción de la violencia sexual se inscribe en un conjunto de parámetros interconectados y esclarecidos por la inteligencia funcional que permiten el juicio y la atribución de nociones de valor. Aparece la crítica y la rebeldía, la noción de justo o injusto, la atribución de cualidades específicas a las personas y en consecuencia a sus actos. Sin embargo, si la forma predominante del pensamiento es figurativa, el comportamiento del adolescente será dual, considerándolo como totalmente bueno o totalmente malo, pero sin ninguna simbolización o formalización abstracta concerniente a la falta cometida contra él (Perrone y Nannini, 1998).

Summit (1983, citado en Pool, 2006) en un trabajo realizado para la revista de Abuso y descuido de niños establece que existen 5 características susceptibles de ser listadas respecto de niños que han sido víctimas de abuso sexual. Se lo conoce como el Síndrome de adaptación al abuso sexual:

· Secreto

El abusador establece una relación secreta e íntima con el niño. Para hacerlo, el abusador en ocasiones amenaza a la niña o al niño, sus pertenencias, o incluso otros miembros de la familia. Generalmente el secreto es mantenido por la acción coercitiva del adulto abusador.

· Desamparo

Muchos adultos no se dan cuenta de lo indefenso que es un niño, especialmente si el abusador es un miembro de la familia que proporciona comida, casa y seguridad familiar básica. Los adultos pueden suponer que un niño que no se queja del abuso está dando su consentimiento para la relación. Sin embargo, nunca se puede considerar que un niño es responsable porque su situación es demasiado vulnerable para negarse. En términos generales –en el contexto referido- el desamparo es un sentimiento derivado de la subordinación básica dentro de un vínculo anómalo con una figura de autoridad

· Atrapamiento y acomodación

El abuso sexual muchas veces continúa hasta que el niño se va del hogar o alguien descubre la situación. Las vidas de los niños abusados sexualmente están llenas de temor y degradación. Pero ellos no pueden cambiar la situación o siquiera expresar sus sentimientos. Como consecuencia de esto, la niña o el niño con frecuencia se culpan a sí mismos por lo que les sucede, y se sienten culpables y deprimidos. Pueden crear amigos imaginarios o hasta desarrollar múltiples personalidades. Algunos niños se tornan agresivos e irritables. Otros se vuelcan a las drogas y al alcohol. Son comportamientos derivados del aprendizaje de la acomodación a la realidad del abuso sexual sostenido.

· Revelación tardía o no convincente

Al igual que otros adolescentes, una niña o niño abusado eventualmente empieza a madurar y hacerse más independiente de su familia. Puede rebelarse contra sus padres eligiendo amigos que ellos desaprueban, dándose a la bebida, consumiendo drogas o escapándose del hogar Muchos niños no son capaces de admitir que son víctimas de abuso sexual hasta que alcanzan esta etapa de rebeldía. Lamentablemente, cuando los niños llegan al punto en que puede hablar del abuso, tal vez ya hayan adquirido una reputación de “niños malos”. En ese momento, los adultos pueden negarse a creer su historia, y verla como un intento más de llamar la atención. Básicamente esta etapa se da al producirse el quiebre defensivo, pudiendo ser accidental (descubierto por terceros) o intencional.

· Retractación

Una vez que revela que ha sido víctima de abuso, las amenazas del abusador pueden convertirse en realidad: su familia puede molestarse y no creerle, algún familiar puede ser arrestado o tener que irse del hogar. En estas circunstancias, algunas niñas y niños se retractan, y “confiesan” que inventaron todo. Muchas veces está ligada a las presiones familiares, depende mucho de la actitud de la figura materna en la relación incestuosa y de los intereses en juego. El niño o niña teme ser agredido por la madre, perder el vínculo con ella y el espacio familiar. La retractación consta de dos partes, en la primera reconoce y niega el abuso al mismo tiempo, en la segunda, el conflicto entre aceptación y negación se resuelve negando.

Finalmente existen algunos factores que hacen que las causas judiciales no comiencen o que –una vez iniciadas- no prosperen. Algunos autores dedican especial atención sobre este particular.

Berliner y Barbieri (1984, citados en Martin, 1992) han sugerido que en los casos de abuso sexual infantil existen factores que podrían incidir en que la instancia judicial no se materialice o una vez iniciada no avance:

· La evidencia o prueba muchas veces depende de la credibilidad en el testimonio del menor. Circunstancias como su edad o su predisposición a participar pueden influir en su testimonio.

· Muchas personas creen que el abuso sexual de menores es causado por un desorden mental y que su resolución debe mediar en un tratamiento y no debe transcurrir por los estrados judiciales.

· Algunas personas creen que el niño quedará traumatizado por el juicio en caso de avanzar en una demanda. Esto es más frecuente cuando quien comente el abuso es un pariente cercano al menor.

· La complejidad de avanzar en los juicios a partir de la ausencia de evidencias físicas de abuso. Comienzan a aparecer las discrepancias –al materializar las acciones legales- respecto de los derechos de la víctima y los del acusado.

Korkman et. al. (2006), señalan que en muchos casos de abuso sexual infantil el único testigo es la víctima y por lo tanto la continuidad de las acciones legales depende de los testimonios de los niños. Esto convierte a la entrevista en el elemento crucial de la investigación.

Comentarios Finales

A lo largo del trabajo se ha recorrido parte de la teoría que refiere sobre la Psicología del Testimonio focalizada sobre los casos de abuso sexual infantil. La abundante literatura sobre este particular, en especial escrita en los últimos 25 años, es una evidencia concreta de la importancia que se asigna a esta instancia dentro del contexto de la pericia judicial.

El abuso sexual infantil ha sido estudiado a través de la historia –entre muchos otros autores- por deMause (1994) quien ha dado cuenta de las características diversas que a lo largo de la evolución cultural de la humanidad ha tenido. Concretamente las particularidades con que se realizaba en el pasado, la valoración social de estos hechos y la condena o aprobación, según el caso. Y desde el inicio de la historia del abuso sexual infantil, tanto deMause como el resto de los autores que han podido recopilar información documentada sobre este particular, destacan la participación del cómplice silencioso o de aquel pariente cercano que consiente la acción del abusador. Ya sea por acción u omisión.

Según el informe elaborado por UNICEF Estado Mundial de la Infancia 2007 cuanto más jóvenes son las jóvenes en su primera relación sexual, más probabilidades hay de que hayan sido forzadas a ella. Según un estudio de la Organización Mundial de la Salud, 150 millones de niñas y 73 millones de niños menores de 18 años sufrieron en 2002 relaciones sexuales forzosas u otras formas de violencia física y sexual. En algunos países, la inexistencia de una edad mínima de consentimiento para las relaciones sexuales y el matrimonio expone a los niños y niñas a la violencia de su pareja. Se calcula que 1,8 millones de niños y niñas están atrapados por el comercio sexual. A muchos se les fuerza a ello, bien porque sus paupérrimas familias los venden como esclavos, bien porque se les rapta para ser sometidos a la trata en burdeles, u otro tipo de explotación. Las niñas y niños sometidos a explotación en la industria comercial del sexo están sujetos al abandono, la violencia sexual y el maltrato físico y psicológico.

Los niños están -como siempre- a merced de los adultos. Sea que los educan, abusan o entrevistan en una audiencia por abuso sexual. La aproximación al mundo infantil, como surge de la mayoría de los trabajos que la teoría ha desarrollado según el estado del arte conserva aun secretos infranqueables.

Los vericuetos por donde transitan las mayores incógnitas tal vez pudieran representarse con cierta fidelidad en un tablero de ajedrez gigante en el que el movimiento responde a la vez a un orden lógico y a una distribución intuitivamente emocional. Y en el cual las piezas son los niños.

La Psicología del Testimonio y todo su desarrollo implican el andamiaje sobre el que se edificará –con mayor o menor bifurcación- la posibilidad concreta de una mejor asertividad para administrar justicia sobre el destino vital de los individuos, más incluso que con los preceptos del orden positivo. Pero no habrá fallo –en uno o en otro sentido- que redima de la herida proferida a quien hubiere vivenciado lo precipitado de la experiencia que diera origen al litigio.

El perfeccionamiento de las técnicas capaces de iluminar los puntos ciegos de la Psicología del Testimonio –que por cierto aun abren un halo de incertidumbre sobre cuestiones tan dolorosas- es el próximo destino de un objetivo que la psicología se ha planteado como propio y sobre el que seguramente aun tiene mucho para aportar.

La educación masiva de los individuos, la prevención y la concientización sobre estos temas -a partir de la divulgación masiva de la seriedad e importancia de los mismos- tal vez colaboren en mejorar las cifras vergonzosas que como humanidad estamos construyendo.

Posiblemente estemos en deuda con los niños. Una deuda de larga data. Deberemos trabajar arduamente o seguiremos reproduciendo hasta el cansancio los mismos errores del pasado. Una y otra vez incansablemente. Sin que logremos aprender nada.

Saldarla será un enorme desafío para una humanidad en la que la verdad siempre es la misma, aunque cada día cambie su disfraz.

Referencias

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