domingo, 26 de agosto de 2007

Vejez y Viejismo

Introducción
Así como la vejez es el transito por una etapa determinada de la vida de los individuos, el viejismo constituye un prejuicio asociado a la misma. El efecto corrosivo de este prejuicio –deterioro en general común a todos los prejuicios- adquiere especial significación ya que su puesta en marcha y su accionar inciden directamente en la población que transita la vejez y en quienes interactúan con esta población.
Durante la segunda mitad del siglo XX, en especial en los Estados Unidos, se llevaron a cabo muchos estudios relativos a la situación del individuo en la vejez, a su potencial de acción y a las limitaciones que pudieren aparecer con el paso del tiempo. Algunos de estos estudios derivaron en teorías que reforzaron el prejuicio y también en otras que han intentado desmitificarlo en una clara refutación de los conceptos derivados de aquellas investigaciones.
En el ámbito académico entonces, pareciera que existe en algunos profesionales de la salud y las ciencias sociales cierta convicción sobre al existencia del viejismo como prejuicio y la necesidad de desinstalar la representación social que mantiene. Sin embargo en la vida cotidiana, el paradigma instituido respecto de los trastornos ocasionados en y por la vejez no parece haber sido derribado. Por el contrario, exhibe muestras de excelente vitalidad.
De esta manera el viejismo pareciera que podría ser una de las causas principales de aquello que intenta explicar como una consecuencia. Una paradoja más –entre tantas- de las que los prejuicios suelen dar cuenta.
La vejez es a la vez una meta y una condena. La frase “ojalá llegué a viejo”, o “si tengo la suerte de llegar a viejo” o tantas por el estilo, muchas incluso reforzadas por connotaciones y pedidos religiosos, son escuchadas habitualmente de personas jóvenes y de adultos que ya están cerca de la vejez. Pero a la vez que es una aspiración -ya que llegar a viejo sería como una conquista de la vida- y un objetivo vital, es un estado provisto de un halo de connotaciones negativas que arroja como resultado, una nueva paradoja.
Posiblemente el “ojalá llegue a viejo” esté más asociado a la fantasía de la concreción de la expectativas del transito a ese lugar que al destino en sí. Y una vez arribado las condiciones del medio no parecen favorecer una convivencia activa sino a través de una lucha por integrarse que lejos de ser natural, se transforma para los viejos -en parte por el viejismo- en un muro difícil de derribar.

Objetivo
Desarrollar los conceptos de vejez y de viejismo y las derivaciones que surgen de sus representaciones sociales.

Desarrollo
El Diccionario de la Real Academia Española (RAE) define a los prejuicios como la acción y el efecto de prejuzgar. Y agrega que es una opinión férrea y tenaz, por lo general desfavorable, de algo que se conoce mal.
La palabra Vejez proviene de la voz latina vetus, que se deriva a la vez de la raíz griega etus, cuyo significado es años, añejo. Remite a una temporalidad, a un atributo medible objetivamente según determinado estándar. A una etapa cronológica de la vida.

Si seguimos explorando el diccionario RAE vemos las definiciones que tiene para el término vejez:
1. f. Cualidad de viejo.
2. 2. f. Edad senil, senectud.
3. 3. f. Achaques, manías, actitudes propias de la edad de los viejos.
4. 4. f. Dicho o narración de algo muy sabido y vulgar.
El título de este trabajo se llama Vejez y Viejismo y la expectativa es diferenciar un término relativamente medible -una categoría en definitiva- con uno más generoso a la hora de la producción de significados. Sin embargo, cuando se observa lo que el organismo más importante para la lengua española ha definido para un término como vejez, no puede dejar de llamar la atención que una de sus acepciones es un preconcepto absoluto. Un prejuicio.
La vejez es un constructo y como tal debiera ser medible y relativamente objetivo. Es el transcurso por una etapa del ciclo vital y significa una medida del tiempo de la vida que un individuo lleva transcurrido. No tiene que ver el término en sí con la historia personal del sujeto o con sus características individuales. Un achaque es algo que le puede suceder a una persona, pero no necesariamente a todas. De hecho el diccionario de la RAE define achaque como indisposición o enfermedad habitual, especialmente las que acompañan a la vejez. No dice, exclusivamente sino especialmente, con lo que hay achaques que no corresponden a la vejez. En tanto la vejez misma es definida por el término achaques. Tomamos este término, achaques, pero esta claro que lo mismo podemos hacer con cualquiera de los otros incluidos en la acepción tercera de la definición del término vejez. No todos los achaques son atribuibles a la vejez pero si la vejez tiene en todos los casos, según el diccionario de la RAE, achaques.
En definitiva, un achaque puede ocurrirle a uno o varios viejos, lo que no significa que vejez y achaques tengan correspondencia directa. Pero como evitar que así sea si desde la misma génesis del idioma español, se convalida el prejuicio con una definición desfavorable, de algo que se conoce mal.
Una rápida exploración por el diccionario más importante de nuestra lengua deja rápidamente en evidencia que los significados atribuidos a los significantes son relativos a una cultura, tiempo de la historia, representación social y no dependen exclusivamente de su raíz etimológica. Y que pueden contribuir a afianzar o desmitificar los prejuicios que sobre determinada población, en este caso a la que pertenecen los viejos, existen.
Respecto de la forma de envejecer, hay muchas teorías que se han desarrollado de las que destacaremos dos que se contraponen. Y a partir de ellas y de su controversia muchos otros estudios han sido elaborados respecto de la vejez y la condición de los viejos. Una es la conocida como Teoría de la desvinculación o Teoría del desapego y la otra es la Teoría de la Actividad.
Según Cumming y Henry (1961), autores del la Teoría del desapego, a medida que la persona envejece se preocupa cada vez más por ella y va perdiendo interés en el mundo que lo rodea. A partir de los 65 años, según estos autores, la persona tendría menos recursos de afrontamiento y esta estrategia de aislación voluntaria sería una respuesta orientada hacia una racionalización de sus energías residuales. Además dicen que esto contribuye a no obstaculizar el desarrollo de las generaciones más jóvenes. Suponen que es un proceso universal, que está presente en cualquier cultura y tiempo histórico. Afirman que es inevitable porque estaría sustentado sobre procesos psicobiológicos y que es intrínseco al individuo, que no se puede condicionar desde el ambiente.
Esta teoría ha sido refutada en sus métodos y consideraciones por Maddox (1963), quien ha demostrado –a través del material empírico-, que el proceso de desvinculación es tan solo una ficción de las investigaciones transversales. El autor a partir de estos estudios ha desarrollado una teoría opuesta a la de Cummings & Henry que se conoce como la Teoría de la actividad.
Maddox sostiene que los viejos deben permanecer activos en tanto tengan los recursos para hacerlo y que para aquellas actividades que les presenten mayores dificultades, deben considerar sustitutos adecuados. Afirma que la personalidad previa será un factor importante en el afrontamiento de esta etapa vital. Se sustentó –en parte- en aquellos que llegados a una edad avanzada hicieron grandes descubrimientos o escribieron libros. También en quienes ostentaban posiciones políticas de mucha responsabilidad y en quienes continuaban con una producción artística significativa y elocuente.
Según sostiene Salvarezza (2002) toda posibilidad de ser dentro del contexto humano es posible solamente en relación con otro, o con los objetos contingentes. Y agrega que toda satisfacción de necesidades o deseos es provista solo en estas relaciones objétales, y la separación o el aislamiento deben ser comprendidos como formando parte de la patología o de la acción prejuiciosa y segregacionista contra los viejos de ciertas estructuras sociales, pero de ninguna manera como normalidad.
El autor sostiene además que la comparación permanente de la vejez o del viejo con las capacidades y la fortaleza atribuidas a la juventud, opera negativamente en la autoimagen y concepto que de su misma situación construye y elabora. Y que finalmente esto termina transformándose de por sí en la génesis de más de uno de los trastornos que pudieren sucederle.
Butler (1969) luego de analizar muchos estudios que indicaban los prejuicios utilizados en forma estereotipada contra los adultos mayores describió un término que llamó ageism. Este neologismo pretende darle contenido a un sinfín de actitudes y acciones y constituye un prejuicio. Slavarezza y otros autores traducen este término al idioma español como viejismo. Curiosamente la edición recientemente revisada diccionario de la RAE, no lo ha reconocido.
El autor además traduce la definición de Butler (1993), de la siguiente manera:
El Viejismo, el prejuicio de un grupo contra otro, se aplica principalmente al prejuicio de la gente joven hacia la gente vieja. Subyace en el viejismo el espantoso miedo y pavor a envejecer, y por lo tanto el deseo de distanciarnos de las personas mayores que constituyen un retrato posible de nosotros mismos en el futuro. Vemos a los jóvenes temiendo envejecer y a los viejos envidiando a la juventud. El viejismo no solo disminuye la condición de las personas mayores, sino de todas las personas en su conjunto. Por último por detrás del viejismo encontramos un narcisismo corrosivo, la incapacidad de aceptar nuestro destino futuro. Estamos enamorados de nosotros mismos jóvenes.
Según Salvarezza (2002) el viejismo es una conducta social compleja con dimensiones históricas, culturales, sociales, psicológicas e ideológicas y es usada para devaluar, consiente o inconscientemente, el status social de las personas viejas. La tendencia de culpabilizar a la víctima esta presente también en este prejuicio.
Según McGowan (1996) la tendencia es hacer al viejo responsable personalmente de sus problemas. Esta tendencia esta relacionada con la dificultad general que muchos de nosotros tenemos para entender a la gente y a sus circunstancias en términos de los amplios contextos que los estructuran.
Salvarezza (2002) sostiene que el viejismo entra en la categoría de creencia. Y retoma un estudio de Britton (1994), Realidad psíquica y creencia inconsciente, en el que este autor define la creencia de la siguiente manera:
Una actividad del yo que confiere la condición de realidad psíquica a las producciones mentales existentes (fantasías) […]. La creencia es al la realidad psíquica lo que la percepción es a la realidad material. La creencia le da fuerza de realidad a lo que es psíquico, así como la percepción lo hace con lo que es físico. Como la percepción, la creencia es un proceso activo, y al igual que la percepción, es influida por el deseo, el temor y la expectación […]. Las creencias tienen consecuencias. Hacen surgir sentimientos, influyen en las percepciones y promueven acciones, a diferencia de las ideas y las fantasías con las que la creencia no está relacionada. La creencia subjetiva precede a la evaluación objetiva.
Britton (1994) también dice que creer en algo no es lo mismo que conocerlo. Y sostiene que las creencias pueden ser conscientes o inconscientes, pero que no pueden ser abandonadas sin volverse conscientes. No se puede modificar una creencia sin haberla procesado en forma consciente. Y agrega que el duelo del abandono de la creencia es un desafío que no todos los sujetos están dispuestos a realizar.
Salvarezza (2002) dice que los prejuicios contra la vejez, como cualquier otro prejuicio, son adquiridos durante la infancia y luego se van asentando y racionalizando durante el resto de la vida de los seres prejuiciosos. Son generalmente adoptados por imitación de modelos parentales y no forman parte de un pensamiento racional, sino que son una respuesta emocional directa frente a un estímulo determinado. Esto queda luego sumergido en el inconsciente y es difícil reconocer el impacto que estas identificaciones tienen sobre el pensamiento y la conducta, que resultan de una mala interpretación de los hechos, reacciones inapropiadas, desinterés o rechazo según el caso.
Salvarezza (2002) hace una interesante recopilación de estudios que evidencia la predisposición negativa de los médicos y psicólogos a trabajar con viejos. Cita entre otros un estudio de Ford (1980) en el que afirma que el comportamiento de los psiquiatras respecto de los viejos es evasivo, ya que consideran menos interesante atenderlos que trabajar con jóvenes o con adultos.
En el mismo sentido es que Fernández Ballesteros (1992) toma este concepto y afirma que las percepciones y conceptualizaciones negativas respecto del envejecimiento son infundadas y que el saber popular esta plagado de dichos e imágenes que equiparan a la vejez con innumerables déficits y deterioros físicos, psicológicos y sociales. Y cree que va a ser muy difícil conseguir una vejez saludable si los mismos viejos, la población en general y los profesionales de la medicina persisten en la articulación de estos preconceptos.
Salvarezza (2002) sostiene que el prejuicio más común contra la vejez, tanto entre legos como entre profesionales es que los viejos son todos enfermos o discapacitados. Palmore (1980) afirma que un tercio de común de la gente asegura que los viejos pasan mucho tiempo en cama a causa de enfermedades, tienen muchos accidentes en el hogar, tienen pobre coordinación psicomotora y desarrollan infecciones fácilmente. A menudo se considera también que suelen pasar mucho tiempo hospitalizados. El resultado de esto es que se llega a considerar al viejo=enfermo, lo que de por si implica el enorme riesgo de transformarse en una profecía autorealizada.
Mientras que la vasta mayoría de la población cree que el 20 y el 50% de los viejos están hospitalizados o viven en instituciones especializadas, en realidad la cifra alcanza aproximadamente al 5% de la población mayor de 65 años. Estudios realizados en la década del sesenta en sociedades industrializadas mostraron lo siguiente: Estados Unidos, 3,7%, Inglaterra, 4,5%, Dinamarca, 5,3%. Las diferencias entre estos resultados son más el fruto de políticas distintas respecto a la institucionalización de los viejos que de variantes en impedimentos y salud. Por encima de los 75 años el promedio trepa hasta el 8% (Shanas, 1976).
Con respecto a la idea que los viejos pasan mucho tiempo en cama debido a sus enfermedades, la verdad es que pasan el doble de días en cama que las personas más jóvenes, pero esto solamente representa el 3% de los días del año (censo del UGSPO, Washington, 1977).
San Román (1989) afirma que es falaz la “imagen idílica del anciano en el seno familiar de épocas pretéritas”. Esta antropóloga apela a la marginación y dice que “el anciano empieza a estar marginado cuando se le suplanta su rol social y esto ocurre ahora y ha ocurrido siempre”.
Polo González (2005) afirma en su tesis doctoral que los viejos han sido desviejados de los medios. Que su participación en la producción y el consumo de noticias es escasa. Y agrega que utiliza tal significante de ex profeso ya que desviejar, para los ganaderos, significa separar o apartar del rebaño las ovejas o carneros viejos. La población española mayor a los 65 años, señala, alcanzará el 31% del total de la población para el año 2050. En la actualidad apenas superan el 15%.
En los países desarrollados los mayores de 60 años superan en cantidad numérica a los menores de 15. La expectativa de vida esta cambiando. Las posibilidades de vivir más años se acrecientan con los avances en genética de la medicina. Las previsiones apuntan a que las personas de más de 60 años se duplicarán en el mundo entre el año 2005 y el año 2050.
En un análisis relativo a los protagonistas principales en el proceso de socialización de los individuos Buceta (2001) afirma que hasta bien entrado el siglo XX el orden –a modo indicativo- de la importancia relativa de los grupos, era la familia, la iglesia, la escuela y los amigos o la calle. Hoy ese orden estaría, sostiene el autor, en los medios de comunicación, la calle, la familia, la escuela y la iglesia.
Considerando lo expuesto en su tesis doctoral por Polo González y el ordenamiento precedente de Buceta es sencillo advertir como desde los medios de comunicación hay una participación también activa en la activación de la imagen negativa de quienes transcurren la edad de la vejez. Y esto es tanto porque no participan en las noticias, no son objeto de la publicidad de los medios y no son los destinatarios de la mayoría de los contenidos emitidos.
Polo González (2005) menciona que La Organización Mundial de la Salud, dentro del programa de Envejecimiento y Ciclo Vital, desarrolló un marco político con objeto de contribuir a la mencionada Asamblea Mundial. Dentro del apartado de propuestas políticas, y en lo que se refiere a participación se habla de una imagen positiva del envejecimiento y se insta a “trabajar con grupos que representan a las personas mayores y a los medios de comunicación para proporcionar imágenes realistas y positivas del envejecimiento activo, así como información educativa sobre el envejecimiento activo. Hacer frente a los estereotipos negativos y a la discriminación por causa de la edad”. (OMS, 2002, 101 y 102).
A este respecto, existe un sinfín de declaraciones –de la que la recientemente mencionada es tan solo un ejemplo- formuladas desde distintos órganos que tienden a generar acciones paliativas de los efectos corrosivos del prejuicio del viejismo para quienes transitan por la vejez.
Según un estudio realizado por Stefani & Feldberg (2006) sobre senescentes institucionalizados y quienes no lo estaban, no se hallaron grandes diferencias respecto de su capacidad de afrontamiento y el estilo empleado. Si bien quienes vivían en sus domicilios denotaron respuestas más activas, estas estuvieron presentes en ambas poblaciones. El principal hallazgo del estudio deriva en que todos los participantes tendían a preservar sus redes sociales y el contacto con el mundo exterior. La explicación podría estar en que quienes estaban institucionalizados, en su gran mayoría tenían poco tiempo de internación y la condición en la que se encontraban había resultado de una elección personal.

Conclusiones
Sobre la vejez y sobre el estigma que significa ser viejo parece que se ha investigado mucho más de lo que se ha podido avanzar en su desarticulación. La literatura respecto de esta etapa de la vida es abundante y tan solo una mínima expresión de la misma acompaña este trabajo.
El tiempo pasa, los estudios se acumulan, el conocimiento es cada vez mayor pero la vejez continua siendo un tiempo de segregación y aislamiento social. Y para que no lo sea, es el mismo viejo quien debe afrontar las estrategias que lo mantengan activo y eludir el destino que parece que a lo largo del tiempo, el paso del tiempo ha tenido preparado para los individuos.
En la representación social que se tiene del viejo, el viejismo que acompaña a la teoría del desapego parece estar más vigente que la actividad propuesta en la teoría de Maddox. Y esto ocurre en la mente de los jóvenes, pero también en la de los viejos, en la de los adultos de edad media y en la de los profesionales de la salud que con los viejos interactúan.
Como el resto de los prejuicios este se instala en los viejos -y en todos los que aún no lo son- en los primeros años de socialización de los individuos. Y lo hace a través de la imitación de patrones de comportamientos y de asignación valorativa de identificaciones. Así se instalan también las creencias en el inconsciente de los individuos y estas van a operar en forma automática frente a los estímulos que la vejez active.
Se lo hace al viejo responsable de todo lo que en el prejuicio del viejismo se le adjudica. El sería juez y parte de cualquier connotación negativa que se realice. Deberá soportar la falacia que asigna a la vejez el estado de enfermedad, inactividad e incapacidad por el solo hecho de ser viejo. Y administrar los recursos que pueda para afrontar el estigma.
Uno de los tantos mitos que circulan por el imaginario popular ha sido derribado por la investigación de varios historiadores. Los viejos no fueron nunca venerados. Solo en contadas ocasiones ha sido así pero en general -a lo largo de la historia- han sido considerados un estorbo y muchas veces condenados a una muerte anticipada. Pero como en cualquier mito, su fuerza reside en que resiste cualquier refutación lógica u objetiva.
Los medios, indicados por algunos autores como uno de los actores centrales de la época actual en el proceso de socialización, también lo han abandonado. No es el viejo interesante para ellos y su participación en los mismos es escasa y no ocupa, cuando es mencionado, posiciones de relevancia.
Estos son los conceptos que de la teoría que hemos abordado fueron surgiendo y se han resumido en este trabajo sobre viejismo y vejez. Son las consideraciones que surgen de los trabajos de los psicólogos, sociólogos, antropólogos e historiadores que dedicaron parte de sus investigaciones a desentrañar la identidad de ese estadio de la vida que se llama vejez.
Pero los viejos siguen sin aparecer en la sociedad. Siguen sin protagonismo. Eventualmente aparece una campaña de las AFJP dirigida a los adultos jóvenes que los muestra juveniles, como si con la decisión de cambiar de plan jubilatorio además se pudiese detener el tiempo. O también aparecen en la publicidad de un Banco ridiculizados al extremo tan solo para justificar la decisión de alguien para solicitar un préstamo. Tan solo dos ejemplos que ilustran la historia reciente de la relación de los medios y la publicidad con los viejos.
El mundo industrializado al menos, marcha hacia una sociedad creciente en la proporción de viejos respecto del resto de las franjas etarias. Por primera vez en la historia de la humanidad los viejos van a tener una representación en cantidad como nunca han tenido. Y esto posiblemente configure una esperanza mayor que la que pueda resultar de los buenos oficios de cualquier investigador e incluso, de las proclamas que los organismos internacionales emiten la respecto.
Indagar en el origen de los mitos es una tarea imposible porque las representaciones que los instalan van mutando según la historia y no se puede deshilvanar cada entramado. La sustitución de los mitos y los prejuicios también ocurre por cambios en las representaciones sociales que responden a nuevas realidades y condiciones de vida de los individuos. Y no son tan fácilmente manipulables como muchos suponen.
Los viejos de las próximas décadas habitarán un mundo hoy incierto no solo para ellos sino para cualquiera que crea que puede hacer estimaciones sobre el futuro de la humanidad con cierto grado de certeza. Y si bien no serán la mayoría en ese mundo, serán un grupo considerable de individuos cuyas decisiones podrán inclinar más de una balanza. Esto significará posiblemente que comiencen a dejar de pertenecer al pelotón de los olvidados y ocupen desde algún lugar, un nuevo lugar en la sociedad. El que les toque. No el de los jóvenes ni el de los adultos. El de los viejos y tal como esos viejos se vayan desarrollando.
Hay explicaciones psicoanalíticas, sociológicas y hasta de índole económica para el viejismo. En parte serán verdad y en parte la ilusión de representar la realidad objetiva desde la construcción lingüística de los sujetos que la describen. Pero no creo que sea importante cuantos tratados se hayan escrito sobre vejez y viejismo sino cuanto dolor generó y genera este prejuicio que como tal lastima y discrimina.
La historia se encargará de separar la vejez del viejismo. O no. Las nuevas sociedades tal vez tengan una representación diferente del viejismo que la que hoy mantenemos. O directamente ya no exista esta representación prejuiciosa. Pero lo cierto es que por ahora esto es incierto.
Referencias

Cumming, E., & Henry, W. E. (1961). Growing old, the process of disengagement. New York: Basic Books.

Moñivas, A. (1998). Representaciones de la vejez (modelos de disminución y de crecimiento). Universidad Complutense de Madrid. Anales de psicología. Vol 14, 1, 13-25

Polo González, M. E. (2005) La representación de los mayores en los periódicos de Castilla y León : (1983-2001). Tesis Doctoral. Universidad de Salamanca.

Rodriguez Ibañez, J. E. (1979). Perspectiva sociológica de la vejez. Revista española de investigaciones sociológicas. 7, 77-100

Salvarezza, L. (2002). Psicogeriatría. Teoría y clínica. Buenos Aires:Paidós

Stefani, D. y Feldberg, C. (2006). Estrés y estilos de afrontamiento en la vejez: Un estudio comparativo en senescentes argentinos institucionalizados y no institucionalizados. Anales de psicología. Vol. 22, 2, 267 -272

1 comentario:

galoneavenson dijo...

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